miércoles, 25 de mayo de 2011

Para los lobos marinos, no.

Para nosotros la muerte tiene mucha trasendencia, para los lobos marinos, no.
Éste que nos encontramos en el camino se estaba muriendo, supongo yo de un golpe en la cadera que no lo dejaba moverse bien. Era un lobito bebito y ya estaba flaco y le brillaban los ojos.
Pude ver que solo le dolía su cadera golpeada; su familia y su destino me dolían a mí.
¿Habría sido dura la despedida?, ¿o habría sido simple, en un viaje bajo el agua, que después del golpe él no pudo continuar?
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Éste lobito es ahora presa de las horcas que se acercan a la costa al olerlo, y aún así no puedo ver crueldad, veo vida, veo lo que es. Puedo verlo así porque él está tirado en la arena con una paz de paciencia y de sol. Solo le duele su cadera golpeada. Espera con dignidad y con sabiduría.
Muerte digna y nada más, muerte digna y sencilla la de un lobo marino.
Es la vida, es.

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